domingo, 10 de febrero de 2013

Si aun no puedo querer.

Si fuera la nostalgia rebosante de las sonrisas que se pierden entre matojos de tiempo, con sombras del pasado, con rayos prófugos del presente, me rendiría aquí, postrado ante tus piernas de atardecer color carne, jazmines de tu sabor y me fundiría en tu existencia firme. Si fuera el rubor chiquillo de las manzanas al saber de su final ante uno de esos mordiscos llenos de pasión y labios hechos para dormir sobre ellos, me enternecería de tal forma que de los sitios más recónditos de mi ser, saldría para darte los buenos días. Ni la lluvia incesante y lasciva me entorpecería las ganas de aspirar tu lengua en formato poema, cuento o novela, y es que soy adicto a tu lectura, de tal manera, que colecciono los ejemplares que quedaron grabados en mi almohada, regalo para las horas de insomnio. Ambos sabíamos de la existencia de un hilo que nos tejía poco a poco un futuro unido, trasquilones grandes, fuertes e intensos de una lana que nos rodeaba como bufanda en invierno. Cazábamos pinturas a través de tus cejas, y si se levantaban te sorprendías de lo simple que podían ser las cosas, si permanecían firmes, uniformes, me colocaba con sólo observarte y me drogaba como un yonki con tu forma de ver el mundo, de los ojos con los que hablas, de los labios con los que curas, de las manos que me paralizan. Eres tú,
Tu forma de quitarme la vida sin hacerme daño. De conseguir - sin pretenderlo - que escriba lo que escribo cuando no estás apoyando tu cabeza en mis piernas. Eres la parcela de minas que nunca conseguiré acabar explotando. Eres la luz. El olor. La compostura. El aliento.
Eres tú.