miércoles, 18 de septiembre de 2013

Smoke.

Fumando el último calo del cigarro, apretando labio con labio su ya chupada tez. Se me escapa una sonrisa y el humo borbotea más agitado hacia la calle. Qué tontería, pienso. Enredado entre dos dedos, el cigarro que queda es apagado fugazmente en el banco de fría piedra donde estoy sentada. Y me sale de nuevo. Quién me viera, digo.
Alzo la cabeza dirección su cuerpo trapecista. Y sin apenas luchar mucho para ajustar la visión, ahí está, voltereteando aún junto a mi, sonriendo hacia fuera, amando por los dos. Ahora le ha dado por mover lentamente las manos como queriendo entrar aquí, haciendo acopios de desgarrar algo que debe rodearme, para meter una pierna y después otra y encontrarse ya dentro, frente a mi. Ahí está. 
Me acuerdo que en el bolsillo izquierdo de mi abrigo tengo otro más. Lo saco a la vez que saco el fuego. Labio con labio. Levanto la mirada y ya no estás. Sonrío de nuevo. Pero qué tonta, mientras empaño el aire con mi ardiente aliento. Una neblina se levanta a la altura de mis ojos formando un círculo sin interior y ya no soy capaz de dejar de sonreír. 
Un calo tras otro, el mismo banco de fría piedra y "qué jodido es el invierno desde que rompiste aquello que me cubría". 


viernes, 13 de septiembre de 2013

Capriulo.

Qué dura es la vida del estudiante
ahora que no estás cerca.


Nos separan continentes y aun así siento tu sonrisa en mi espalda. Tus dientes de leche tan brillantes como siempre, con los que nos despejas la mente a todos. Tus manos flamencas, que se sacuden como hojas de cualquier rincón de Oviedo en otoño. Era tu pelo enmarañado el que ahora me gustaría desenredar. Las canciones de "QUE LES DEN", de "CAMINA CON LA CABEZA HACIA ARRIBA", de "CUENTA CONMIGO EN CADA SEGUNDO", de "YA VERÁS COMO TODO SALE BIEN". 

Cómo te recuerdo.

"¿Os acordáis cuando aquel día hizo...?" Y claro que lo recordamos. No podríamos borrarlo aunque los días nos fueran en ello. Así pasamos los ratos juntos, nombrándote sin querer queriendo. Pidiendo silencio cuando tu nombre se cuela más de lo que podemos aguantar. Si no existieses sería más sencilla la espera. Un año. Un año y todo lo que eso conlleva.

Cómo te echo de menos. 

Tal vez mi error contigo siempre fue el mismo. No expresarte suficientemente lo fundamental que eres aquí dentro. Mi error, ser sabedora de lo que es estar feliz con una carcajada entre las dos. Mi error es no aprender a vivir sin todos los trocitos que tú me has ido prestando.  

Mi error, Letizia, es haber pensado que existen más personas como tú.