lunes, 4 de julio de 2016

Antes.

¿Quién ha sido el que te ha dicho que no puedo hacerlo?
Te ha mentido, porque no es tan improbable que lo haga. 

Antes de morir y reencarnarme en los ojos de un papel de fotografía,
he de decirte que te estás equivocando.
Que aquí, de pie en este mundo, tan sólo estoy parida por mi madre,
criada por mis ideales. 
Que antes de morir, voy a vivir por tres
dejándote con la miel en los labios de no haber sido por cuatro.
Que voy a llorar como nunca lo hice
rompiéndome hasta el alma de todo lo que me ría.
Que antes de morir voy a poder odiarte 
de la forma más dulce en la que te jamás te odien
y
te voy a visitar cada noche que se me antoje
tener un rato el olor a cuero de tu coche, en nuestro propio cuero. 
Que antes de que se me borren las arrugas de la cara,
me cercioraré de grabártelas en la mente,
quizá también en la frente.

Tengo todo de mi parte para poder hacerlo,
porque antes de morir
volaré de aquí a las nubes y no en un avión.
Encadenaré cada uno de los versos
que separan tu mano de la mía. 
Antes de morir cantaré a oídos insatisfechos
que los ritmos cambian,
que la música te mueve de diferentes formas. 
Sin duda, antes de morir haré 
que sonría cada uno de los lunares de tu espalda.

Te mintieron al decirte que no me daría tiempo
que no me daría la vida
porque antes de morir, 
aquí
ahora
mañana
seguiré mirando de igual a igual
las muecas que me pone el Sol 
a las nueve de la tarde un día de verano. 
Y te contestaré, pensaré en ti y lo sabrás 
porque antes de morir 
podré decirte todo lo que me arde aún en la boca,
lo que me recorre las venas
que algún día dejarán de tener caudal.
Sabrás
que antes de morir, voy a ser eterna 

y todos podréis verlo. 

















miércoles, 1 de junio de 2016

Chin-chin.

Esa manera tan característica que tienes
de mostrarte al mundo tras las persianas,
recogido entre almohadas tejidas de historias
de música para oídos vírgenes
que no han sido abiertos a tu silencio, 
aún sin haberte escuchado asumir
que quizá tu universo no es tan malo
si dentro encuentras otro corazón amigo.

Esa manera de querer cerrarte a veces, 
asustado de lo que propiamente eres
y alguien descubre proponiendo que quizá
deberías esperar, hacer un alto
confiar en ella, que no parece del todo errónea.
Coger aire e ir hacia delante
con tus miedos e inseguridades
dejarte mimar el ánimo.

Tus defectos, tus virtudes
la risa que tienes bostezando
casi a las cuatro de la mañana,
el formato de tu voz susurrando
a gritos que está cómodo
como nunca imaginó estarlo.
Deshinibirte y olvidar lo que muestras
para dejar ver lo que eres. 

No pintar de negro las aceras
para que alguien se asuste y no las camine
tenerle miedo al valiente
que decide sentarse en el escalón de tu portal
solo por ver cuánto de los nervios te pone
y reírse mientras ve en tu cara
que también eres de los que se sorprende
cuando le pillan con la guardia baja. 

No pisar un suelo nuevo
por miedo a que acaben bailando en él. 
Que descubrir a alguien que te conozca 
no sea tan extraño. 
Que te sepas valorado por 
todo aquello que callas
y otro sabe leer,

no sea tan grave. 




domingo, 22 de mayo de 2016

Autosinceridad.

Olía a ese tipo de miedo imperioso reconocible a kilómetros de aquí. Cada vez que una frase se enlazaba a otra que parecía ponerse seria, con esos sonoros tópicos que no le gustaba nombrar, su expresión entonaba la clásica incomodidad del que sabe sin querer saber.
Sus problemas siempre fueron las corazas forradas de cartón en las zonas cercanas al alma, y es que no se conocía como lo hacía yo. 
Los papeles del fuerte de la película quedaron muy atrás ya, como siempre le repetí; pues cuando todo a tu alrededor parece ver lo que tu cabeza no es capaz de asumir, el rol de valiente te queda grande. Y la estampa no es más que la de él con su cara de circunstancia y yo con la divertida sonrisa de saberle a él mismo incomprendido. 
Tampoco es para tanto. Tan sólo que a veces las cosas te sacuden cuando nunca pensabas que lo fueran a hacer y una vez que las tienes detrás, dándote palmadas en la espalda para que sepas que están ahí, nos quedamos paralizados y no somos capaces de girarnos para mirarlas de frente. Y en lugar de eso, te encuentras ahí de pie, fingiendo no sentir, no escuchar y no creer que algo te está tocando. 
No le culpo. Jamás lo hice. Cada matiz de cada momento llega si tiene que llegar y si no, simplemente vivimos haciéndonos los locos y desaprovechando la que podría ser una buena vivencia. Casi como saltar sin cuerdas de un puente, pero sabiendo que una vez estés descendiendo, dejarás arriba la duda de un vacío. 
A veces me sorprenden aquellas personas capaces de negarse a lo que les gustaría comprobar. Básicamente es quitarse de la boca la cuchara rebosante de crema de cacahuete, después de verla, olerla y casi saborearla, tentándoles a más no poder no habiendo comido desde hace... no sé, quizá toda una vida. 
Pero si una cosa está clara, es que hay veces -no digo siempre, sólo veces- que quitarte la venda de los ojos no requiere de tanta franqueza para con nosotros mismos. Dejarse llevar, sería la mejor de las opciones. 
No blanco. No negro. Dejarse llevar como color intermedio. 

Y es probable que entonces, dejes de vivir tu propia mentira. 
























jueves, 28 de abril de 2016

Y esas cosas.

Hasta que no estemos bien alto. 
Olvidándonos de esta piel que se cuartea con el Sol. 
Subamos hasta tocar el techo impalpable de la vida. 
Pregúntame lo que ya sabemos.
- abrázame ahora. -
Recuérdame quienes éramos antes de perdernos.
Juega con mis sentimientos como si fueran un ovillo de lana.
Haz que tenga ganas de amar lo que no siento. 
Desafía esta gravedad inexistente entre los dos.
- relame mis lágrimas. -
Añora con alegría todo lo que tenemos.
Sacúdete el pelo cada vez que me reencarne en una mirada.
Piérdete conmigo mano a mano en tu peor pesadilla.
Sonríeme cuando pensemos ambos en comernos a cachos. 
- echa la vista atrás. -
Devuélveme la manera de bailarme las pestañas. 
Atragántate mirando por primera vez mis labios. 
Quiere lo mejor de lo peor en mi vida.
Ayúdame a susurrarte cada noche. 
- víveme lento. -
y no te arrepientas jamás.