lunes, 31 de marzo de 2014

Diez minutos más, por favor.

Si tan sólo me dieran diez minutos.
Suponiendo que los tuviera y que el cielo hoy fuera alba
diría - con este tipo de firmeza mía - que dejo todo
que de aquí a sabe alguien cuándo, me alejaría hasta terminar el asfalto
y así, sin inconvenientes, ni lágrimas, borraría cada poro sin cubrir
que el cuerpo me reprocha cada mañana al despertar.
Así dejaría la ironía en la que se ha convertido mi espejo
que, burlón y sabiondo, me observa por encima del hombro
que se queja y no cesa, y recuerda la impotencia que desprendo.

Tan sólo si me dieran diez minutos
fuese aquí o allí, borraría cada lazo que me sujeta las muñecas al poste de esta cama.
Perdería cada gramo de nostalgia que me une a quien no lo merece
e incumpliría a ratos las normas, no tendría educación, ni miedo a reprimendas.
No existiría rincón que no oyese mis gritos
ni Sol que no envidiara cómo te sonrío cuando peco de sincera.
No postrarme por nada, salir a flote de todo sin ayuda de remos ni cuerdas
y no pido por pedir - casi nunca lo hago - sin saber antes lo que quiero
esta boca la hizo un fraile, aunque se conforme con poco.

Si tan sólo me dieran esos diez minutos
tú no estarías mirándome como si hubieras perdido, quizá porque nunca ganaste
conformándote con el centro de mi invisible indiferencia
y es que no tuve tiempo suficiente para decirte
que si me dieran diez minutos más
haría de este lugar que llamas mundo
algo mucho más hermoso que las palabras, que no llenan y bastan.
Y si me dieran diez minutos,
tú y yo - de ésto sí que estoy segura - dejaríamos huella en el aire.