lunes, 9 de marzo de 2015

A ti, por si estás en la página número 1.

El noventa por ciento de las veces, la vida te pone elecciones a izquierda y derecha. 
Elige, te dice con una mueca de superioridad, como si ya supiera de antemano que la vas a cagar.
Llega el segundo de la elección y efectivamente, la cagas. Pero lo haces porque no has sido egoísta antes.
Egoísta, sí. Elige lo que te inspire oportunidades sólo a ti. Deja a parte todo aquello que te aleje de una decisión soleada y clara. No nos arrepintamos más.
Solemos caer en la tentación de atender a todo aquello que nos rodea y que nos detiene de una manera u otra. Una palabra. Un amor pasado. El recuerdo que te ha quedado de él. El trabajo aquel que nos amargó la existencia. Piedrecitas. 
Aquí tan solo estamos para elegir, y bueno, equivocarnos al fin y al cabo lo menos posible. Por eso creo que es necesario hacer hincapié en desechar lo que realmente nos pesa un poquito a la espalda.

Pensadlo así. Ésto es como comenzar un libro con portada en negro y hojas en blanco. Joder, qué siniestro todo, pensaremos. Vale, pongámosle algo de luz a lo que se vaya escribiendo. 
Primer capítulo. Cagada en él. No falla, pero también es normal. Perdonémonos, es la primera. Hasta el quinto no podemos llevar a cabo el cambio de actitud. 
Llegamos. Quinto, y qué pasa. Pasa que estamos quemados, que el libro nos empieza a aburrir pero sabemos que hemos de acabarlo porque de todas formas la vida hay que seguir escribiéndola. Estamos más decaídos, decaídos porque en el capítulo tres ayudaste a un buen amigo cuando lo acababa de dejar con su pareja, y sí, lo bueno duró un tiempo, fuiste un gran apoyo para él. Pero no sientes que se te haya reconocido al verle volver con su ex y desplazando todas aquellas tardes de cervezas y terraza frotando tu mano en su espalda y diciéndole que todo le irá bien, que se de un respiro. Y es verdad, el respiro se lo dio, pero soplándote a ti. Bonito capítulo. 
El cuarto fue un poco más amoral. Las cosas no iban bien en tu casa. Demasiado movimiento y ahí estabas tú siempre, en medio de todo. Te chocaba la cama y te chocaba el sofá. Un plato que cae por aquí y una ducha con agua fría por el otro. Una pareja que se rompe, el sofá que ya no está, la cama cada día es más fría y tú sigues ahí, contemplando mientras te chocas con todo. La página 185 ya te está tocando las narices, asi que cierras el libro de golpe y chillas que hasta aquí has llegado. 
¡Bienvenido al capítulo cinco! A partir de esta página vas a tener que abrir los ojitos que por las mañanas se levantan llenos de legañas ocupas. Ya está bien. 

Aquí y ahora. ¿Qué me queda por vivir? ¿Ésto de aqui? venga, sin ningún problema. Que ese amigo no te tuvo en cuenta después de la ayuda, que el plato de tu cocina se rompió en muchos trocitos y todos te azotaron el pie, que te sientes decaído. No lo olvides, utilízalo. Mira por ti. Abre la ventana de tu mente, esa que a veces creemos que es un poco injusta, y tan solo observa lo de fuera. Te fijas en todos los detalles y llegas a la conclusión de que todo lo que ves, esos siguientes capítulos, sólo te contienen a ti y a los que realmente sudaron corazón y tripas para estar allí, en ellos. Los que luchan por sacarte una sonrisa cada día aunque sea de los días malos a rabiar. Aquellos que te inyectaron adrenalina de la buena en tus momentos de flaqueza entre los capítulos uno y dos. Los que te soplen, sí, pero para empujarte a avanzar. Quédate con lo que te tenga entre algodoncitos y te salga a ti querer tener de la misma manera.
Sé egoísta para el resto del libro ese que parecía tan oscuro. Comenzarás a reírte a carcajadas de la cantidad de tropezones, zancadillas, palos y agobios de los que te has librado gracias a pensar un poco más en ti y en todo lo que mereces que te rodee. 
Quiere lo realmente bueno. Deshazte de lo prescindible. 



Haz de la experiencia algo maravilloso.