martes, 3 de enero de 2017

Vicios

Eres tabaco.
Y como todo tabaco, he de dejar de fumarte de a una. 
Sin titubear ni mirarte de reojo. Verte pasar de bocanada en bocanada para mí no ha de ser tentador. 
No olerte y de hacerlo, dejar pasar el aroma palpable en tu rastro. 
Como tabaco que eres, el propósito de año va dedicado a no respirarte. 
Mi necesidad de ti después de salir de la ducha aún con el pelo mojado y un moño, asomándome a la ventana haga frío o calor, pasará a segundo plano mientras sigo observando a los transeúntes a través de ésta, sin tu presencia. 
No te necesito después de un polvo, ni siquiera detrás de un café. Las conversaciones no serán con la misma aparente seriedad, pero sí con otro tipo de sabor. 
Nunca más mis camisas, ni tan siquiera mi pelo, me recordarán a ti. Ya no te sujetaré más entre mis dedos. No te querré para mí solo ni te compartiré con mis amigas. 
No serás la vela de este entierro, ni te pisaré cuando acabe contigo. 
Pero sin reparo digo que has sido el mejor remedio para satisfacer mis nervios y mi ansiedad, a veces, por volver a encenderte de nuevo, otras por llegar a darte un par de caladas. 
Con el tiempo, recordaré tu humo característico como uno que se desvanece y mezcla entre otros. 

Tú volverás a ser tú, 

pero sin 365 días en una vida y nada de mi recuerdo en tu filtro.