domingo, 30 de agosto de 2015

Los buenos.

Cosas que jamás supiste. 

Cuando escucho algo atentamente, tiendo a morder la piel de mi pulgar derecho hasta hacerlo sangrar.
Si voy a llorar, a mi nariz le entran cosquillas y para calmarla, me la froto haciendo círculos.
Me gusta abrir las ventanas de par en par, sobretodo las noches que hace frío. Adoro el frío.
Tan sólo sentí mariposas en el estómago una vez.  
Me produce ansia que me miren a la boca mientras hablo. 
Casi siempre me autoduermo cogiendo un mechón de pelo y enredándolo en dos dedos.
Soy dada a hablar despacio, pero no soporto escucharme haciéndolo. 
Las galletas para desayunar, partidas a la exacta mitad.
Cuando hace un día de viento y yo voy en su contra, el aro de mi nariz parece que baila con él y me hace cosquillas. 
La parte que más me gusta del día es con el atardecer. El Sol se refleja en la pared anaranjada de mi habitación y puedo hacer sombras. 
Cuando siento que mis párpados se cierran, me rizo las pestañas con los dedos.
No sé beber directamente de una lata. Por eso siempre bebo de botellas de cristal. 
Si ha llovido o lo está haciendo, procuro saltar y no pisar todas las alcantarillas que encuentre en el camino.
Es difícil de primeras que algo me llame la atención, pero cuando lo hace, voy directa a ello. 
No soy capaz de curar una herida sin haber quitado su postilla cuatro veces antes. 
Lo único que consigue relajarme de verdad cuando estoy nerviosa es la melodía de un piano.
Siempre que me siento en algún lugar, tengo la necesidad de cruzar las piernas de algún modo. 
Me gusta mancharme mientras pinto. Ya sea las manos, la ropa o la cara. 
Aun sigo creyendo que el lunar que tengo en mi brazo derecho, se lo quitó mi padre para dármelo a mi. 
Y que las personas que tienen otro cerca de la punta de la nariz, tienen muchas historias que contar. 
Una vez conté hasta tres estrellas fugaces desde mi ventana. Pedí cuatro deseos por si acaso. 
Tiendo a poner los labios a modo pez cuando estoy concentrada leyendo algo.
Los pendientes me hacen daño, tan sólo uno sigue colgado desde hace siete años. 
Me divierte despertarme, frotarme los ojos y sentir que tengo legañas. Me hace pensar que he dormido bien. 
Los días en los que el viento me huele diferente, son buenos días siempre. 
Pienso que estar en silencio en compañía, es uno de los placeres de las relaciones. 
A veces, cuando he pasado una larga temporada dándome baños en el mar, pasa un tiempo y sin más, vuelvo a tener la sensación de estar flotando en él. 
Me gusta cocinar para los demás pensando que no van a comer nada de la misma manera en su vida. 
Los buenos días son fundamentales. Las buenas noches están sobrevaloradas. 


Cosas que ya sabes.