martes, 12 de noviembre de 2013

Mientras tanto, ¡póngame otro!.

Quisiera vivir uno de esos días en los que la sangre de mi cuerpo se colapsa en cuanto se cruzan las puertas, sin llave en mano para entrar de nuevo. Quisiera uno de esos días, donde me asfixio desde la ventana de algún cuarto frío y usado. Donde el sabor no me sepa a nada, donde tus labios me dejen con ganas. Quiero uno de esos días, cuando el suelo es un mar de cristales rotos a desgana, de gotas de sudor frío recorriendo mi espalda. De esos que hasta el algodón se empape de tu nostalgia, de mis cortinas con ese olor a champú que tanto me echaste en cara, que tanto echas en falta. Quisiera entonces, si no es mucho pedir y poco blasfemar, que me retuerzan de nuevo las cadenas que una vez me hicieron libre. Libertad contigo. Destierro sin tus ojos. 
También quisiera, pecando de materialista, ese reloj tuyo donde se nos rompieron las horas y los llantos, a conjunto con tu posterior risa y mi anterior caricia. Quisiera exactamente el cielo amarillo repleto de rayos que dibujamos un día en nuestros pies, cuando aun ahí afuera, el temporal amainaba y pedía nuestro improbable sueño. Me gustaría -que no quisiera- que todo fuera como aquello.
Que mis ojos mirasen de la misma forma como cuando me decidía a morderte con las palabras.
Que tu risa fuera realidad posterior y anterior a mis acciones.
Que el cielo nos comiese el pecho tan a menudo como siempre. 
Que las ventanas, las vistas, el suelo y los cristales me recordaran cómo era eso de pedir y que me oyeses. ¿Me escuchas?
Que deje de querer, tal como quise, tal como querré. 



miércoles, 18 de septiembre de 2013

Smoke.

Fumando el último calo del cigarro, apretando labio con labio su ya chupada tez. Se me escapa una sonrisa y el humo borbotea más agitado hacia la calle. Qué tontería, pienso. Enredado entre dos dedos, el cigarro que queda es apagado fugazmente en el banco de fría piedra donde estoy sentada. Y me sale de nuevo. Quién me viera, digo.
Alzo la cabeza dirección su cuerpo trapecista. Y sin apenas luchar mucho para ajustar la visión, ahí está, voltereteando aún junto a mi, sonriendo hacia fuera, amando por los dos. Ahora le ha dado por mover lentamente las manos como queriendo entrar aquí, haciendo acopios de desgarrar algo que debe rodearme, para meter una pierna y después otra y encontrarse ya dentro, frente a mi. Ahí está. 
Me acuerdo que en el bolsillo izquierdo de mi abrigo tengo otro más. Lo saco a la vez que saco el fuego. Labio con labio. Levanto la mirada y ya no estás. Sonrío de nuevo. Pero qué tonta, mientras empaño el aire con mi ardiente aliento. Una neblina se levanta a la altura de mis ojos formando un círculo sin interior y ya no soy capaz de dejar de sonreír. 
Un calo tras otro, el mismo banco de fría piedra y "qué jodido es el invierno desde que rompiste aquello que me cubría". 


viernes, 13 de septiembre de 2013

Capriulo.

Qué dura es la vida del estudiante
ahora que no estás cerca.


Nos separan continentes y aun así siento tu sonrisa en mi espalda. Tus dientes de leche tan brillantes como siempre, con los que nos despejas la mente a todos. Tus manos flamencas, que se sacuden como hojas de cualquier rincón de Oviedo en otoño. Era tu pelo enmarañado el que ahora me gustaría desenredar. Las canciones de "QUE LES DEN", de "CAMINA CON LA CABEZA HACIA ARRIBA", de "CUENTA CONMIGO EN CADA SEGUNDO", de "YA VERÁS COMO TODO SALE BIEN". 

Cómo te recuerdo.

"¿Os acordáis cuando aquel día hizo...?" Y claro que lo recordamos. No podríamos borrarlo aunque los días nos fueran en ello. Así pasamos los ratos juntos, nombrándote sin querer queriendo. Pidiendo silencio cuando tu nombre se cuela más de lo que podemos aguantar. Si no existieses sería más sencilla la espera. Un año. Un año y todo lo que eso conlleva.

Cómo te echo de menos. 

Tal vez mi error contigo siempre fue el mismo. No expresarte suficientemente lo fundamental que eres aquí dentro. Mi error, ser sabedora de lo que es estar feliz con una carcajada entre las dos. Mi error es no aprender a vivir sin todos los trocitos que tú me has ido prestando.  

Mi error, Letizia, es haber pensado que existen más personas como tú. 




lunes, 26 de agosto de 2013

Quería oír de nuevo tu voz.

Es caprichoso
el pensamiento lúcido de haberte sabido. 
Constantemente pide alimento
eso que hace que aún permanezcas aquí.
Soliendo caer de rodillas
en el instante en que tu boca me implora.
Incesantes las veces 
en las que el Sol de estos montes te observa.

Inquietante es tu historia, 
magnífico el narrador que me embelesa.
Desfalleces de la nada
casi atropellando todos mis malos momentos.
Consultas mi oscuridad
aprovechando que yo no estoy presente.
El cigarrillo de después
contigo siempre será el de "antes de".

La manera de chirriar

que tienen ciertas palabras en tus dientes.
Tu curiosidad al borde
de uno de mis armarios sin fondo.
El hecho de que tus calcetines
no se deslicen por tus piernas cuando caminas así.
Que tu mejor aliado
sea una tabla de madera tan pisada como tu alma.

Utilizar mis matices

cuando de un óleo profundo procuramos hablar.
Dejando de desearnos
los buenos días, las buenas tardes y las buenas noches.
Alargando algún tiempo más
la cuerda que sutilmente cortas sin que nadie te vea.
Volviendo paralelo
lo que temes e intuyes que se cruzará contigo como una daga.

Acojonándote 

como nunca jamás supiste hacerlo.


















miércoles, 31 de julio de 2013

Que seas de esos como ninguno.

Lo jugoso e incierto de tu boca. Y el no entender ni querer comprenderte. Lo que me pierde entre la neblina de tu mente de la mano de la respiración tenue despertando mi anhelo de ti.
Buscar que me tiemble el alma y encontrarte borracho pidiendo amor y consuelo. Agua para tu fuego. Alcohol para tus heridas. Enganches tontos con parches de silicona que me dicen que eres de mentira, que te incendias a la mínima si se acercan a uno de tus rizos vergonzosos. Doblarme en cinco para entender lo que ambos no entendemos. Perder el tiempo no pensando en tu manera de pasearte por mi espalda. Pequeño vividor lleno de nudos y agujas, admites costureras y drogadictas para pasar el rato. Te gusta lo inhumano y radical, muerdes cuando se te presentan unas piernas de envoltorio abre-fácil.
Después llego yo.
Sin querer llegar y llegando. Siendo de esas que pocos recomiendan. Con el manual de instrucciones algo roto y usado, hojas arrancadas y páginas dobladas para recordar los puntos claves de todo el libro. Llego yo sin saber aun cómo colocar un mentón sobre un hombro. Observando despegues de aviones que nunca me contienen a mi. Llego yo y parezco desconcertarte. Por qué y por qué. Y no tengo las respuestas a tus dudas. No las tengo porque no las he parido. Soy yo. Esa que come y calla -pero observa-. Simple y escurridiza. Temerosa y valiente. Cuando doy con esa mirada, pierdo. Siempre pierdo del mismo modo, en el mismo lugar, con las mismas ganas de ser derrotada. Cuando me toca la curva de su boca, que pocas veces se pronuncia, que muy de poco en poco ve la luz del Sol, cuando me toca, me gana de nuevo y vuelvo a ser de las que no recomiendan. Pensarte es poco probable si de historias duraderas hablamos. Lo sabe todo el mundo. Quien me gana casi nunca perdura en mi alcoba.
Lo que me sorprende y aviva las llamas que hace mucho se apagaron, es el hecho que vivas en mi como vive un gato.
Sé que te tengo por algún rincón de la casa, pero no cuántas vidas seguirás aquí.


domingo, 30 de junio de 2013

Tedioso.

Explicar lo inexplicable, lo que únicamente mi sector y yo entendemos. Explicar a qué sabe el viento o de qué color es la amargura. Sospecha de lo que llegarían a ser grandes historias enjauladas en la parte de atrás de alguna biblioteca, quizá de algún museo donde nos observaran a ti y a mi crecer en este ambiente ponzoñoso, con veneno en la sangre y sudor en las entrañas. Esos dos -nosotros-, violando el aliento tan bruscamente hasta quebrarlo en el momento que menos lo necesitábamos, donde más vida nos arrebató. Nos miran desde la cristalera que nos recubre. Sus ojos, incrédulos y algo absortos por tu frialdad y la mía. Quisieran entender tu relación con el mundo y mi reparo por él. 
Volvemos a lo inexplicable y a la dificultad de mirarles con el amor que ya no tenemos en ningún rincón de las células. Lo siento. Se marchitó, nos golpeó, atizó, dobló, rompió, retorció, arrastró, escupió y rechazó hasta más no poder. 

Y aquí, dentro de esta caja irrompible, donde no hemos vuelto a ver el cielo del color con el que pudimos verlo, peleando con nuestros ojos y su memoria, ajustando detalles que nos vuelven rígidos y poco volátiles, nos vemos las caras sin quererlo, chocamos o esquivamos la esperanza y lo creíble de entre los recuerdos y el presente, que nos apelmaza en el pelo y difurca la raíz que fuimos, con la punta de la hoja que ahora somos. Nos mancharon el alma y les salpicamos con ello. Perdimos poder, altura y fuerza para obtenerla odiosamente más tarde reservado entre la costilla y el pulmón, cerca del pecho, entre lo que late ahí. 

Explicar lo inexplicable. Lo que desde ahí no oís. Lo que tan sólo veis. Las heridas superficiales. Lo que creéis curable. Algodón y alcohol. Así os presentáis. "Hola, soy todo algodón y alcohol". Y no caéis en la cuenta de que hay heridas que perduran para toda la vida. 


lunes, 10 de junio de 2013

Que la estrella se estrelle.

Señora, no está.
Mi huésped y el piano se han ido
sin avisar
sin notas;
ni besos.

Aquí el silencio me sube el vestido
destapando cada centímetro.
Desde el vacío de la clavícula
hasta la tristeza en los tobillos
burlándose de la tormentosa y fría desnudez.

El suelo se alarga bajo mis pies
ya nada es igual
todos los cuadros me miran ahora
con gesto oscuro
y sonrisa torcida.

Noche solitaria, incrédula e infinita.
Contar obstáculos con el dedo
no será ni parecido
ahora que se ha ido
sin llevarme a mi.

Estas pestañas rechazan sequedad
en huelga contra el potingue
que las ahoga en negrura
y me asfixia a cólera y hambre
Pensándote como casi nunca.

Me reviso y ya nada queda
del brillo ardiente en mis gemelos
-en mis gemelas- quejándose amargamente
a través de la almohada rencorosa de besos
de esos que ahora anhelo.

Sentarse en la cama como poco
será la manera de alargar el calor
que a mis labios he de explicar,
como que eso que eras tú
ya no volverá jamás.



domingo, 26 de mayo de 2013

La eucaristía de una boca.

Después de tanto tiempo, letargo perezoso y suave, de chocar contra marea y rocas, de soñar enroscándonos a la almohada, después, de que varias vidas nos roben la nuestra, risas burlonas a costa de la desgracia que creíamos cargar a la espalda, después, de que el frío llegara a nuestras arterias, después de los buenos días y de las buenas noches, después, de las mentiras y las verdades, después de todo, después de nada, te eligen. Te eligen como quien elige un planeta del universo.

"Tú, Plutón, ven acá. Desde ahora eres mío"

Ese planeta, que eres tú, que soy yo, que ahora somos de alguien, que les pertenecemos y nos cuelgan al cuello el cartel de "ocupado". Ese planeta que gira alrededor de otro, como nunca antes lo había hecho.
Después de estornudarle al mundo la sarta de mentiras que intentaste creer para protegerte. Tápate la cara, y los muslos. Las costillas, la clavícula, la comisura de los labios. Cierra los ojos y enfunda con poder el arma de tus manos. Seduce los nudillos de la realidad, golpea fuerte, aunque, es probable, no te servirá de nada. Ya estás impregnado y formas parte del clan de las emociones en piragua.
Te mojarás aunque no quieras, remarás por avanzar, por luchar por eso a lo que ahora perteneces, para llegar al destino que, en cierto modo, quieres que sea similar al que soñaste una tarde harto de investigar entre piernas desconocidas. Y seguirás mojándote, día tras día, trastocando todas aquellas cosas que imaginaste conseguir ausentándote del resto de planetas.
Lo siento.

"Vamos, que no es tan malo. Piensa que esto del quererse es extraordinario"

Un carajo. Y dos y tres. Hasta cuatro podría contar. Así, aquí mismo, en fila. -Mira.- Con qué seriedad nos apunta la pistola en la sien.
No cuenten conmigo, caballeros, damas, eso en lo que yo creo no se dice por la boca ni se palpa entre sudor.
Eso en lo que yo creo, que al menos no abunda (Bien por mi. Bien por él), es pura magia envenenada e inmortal.

Tan sólo es algo extraordinario.


martes, 14 de mayo de 2013

Ahora te olvido. Ahora no. Ahora sí. Mejor que no.

Solías caracterizarte por ese perfume tan tuyo atado a cada extremo de tu cuerpo, con un hilo exageradamente fino que sustentaba mi olfato con tu camino y allá por donde tus pies pisaban, los míos bailaban detrás. Alegres y jóvenes. Muertos de mi risa nerviosa por querer besarte en cada esquina del mar, en los trillonésimos granos de aquella arena que recogió cada helado que resbalaba por nuestros labios al no prestarles atención.
Era fácil distinguirte. No todos conservaban ese tipo de mirada, día tras día, conversación tras conversación. Con tu misma peca pequeñita, junto a tu nariz, acechando a una de las mías, anclada en mi oído, que atento a lo que desfilaba por las olas de tu boca, también te acechaba cuando no quería que te dieras cuenta.
La veleta con el gallo en lo alto siempre soplaba a nuestro favor. Y entre películas y cafés, abrazos y pasos de baile, entre tus vaqueros y mis vestidos, las pausas y los besos, fuimos haciéndonos arrugas con rotulador. Eso aun me ayuda a mantener el recuerdo del retrato que apareció al día siguiente en mi codo. Extrañamente te veía a ti en él, por la forma que tuvo de quedarse inmóvil mirando mi cara de idiota sonriente, o tal vez por la lástima que sentí al borrarlo de mi piel. De todas formas, y no estaría siendo del todo sincera si lo omito, me encantaba todo aquello. Aunque hubiera días que hubiese lanzado el palo lo más lejos que pudiese para perder de vista a ese perro que ladraba constantemente en mi cabeza.
¿Pero quién no se acostumbra a un par de ladridos habiendo escuchado tan tiernamente los aullidos y lloros de boca de ese pequeño perrito antes?
Me gustaba todo aquello. Sí. Y no es que ya me haya dejado de gustar. No. El problema es, que como toda buena historia, siempre le sigue un final. Cuando llega el momento y la playa se nos queda pequeña, los granos de arena se pueden guardar en un palillero, y el perro, cansado de ladrar, deja de emitir sonido alguno, es entonces, cuando debí decirte adiós. A ti, a tu perfume, a tus pecas y a tu forma de mirarme.
Aunque ahora que caigo...
No toda buena historia cumple con las normas establecidas. Y es que una cosa de la que carezco, es de guión.
Quién sabe. Los días son muy largos y las buenas almas, muy cortas. Es entonces cuando -dentro de este saco de papeles desordenados y tinta por el suelo- dejas un hueco aquí, entre mi cuello y el final de la sonrisa que guardo de ti.

viernes, 10 de mayo de 2013

Probablemente mi pizca de Kriptonita.

Me pasé la palma de la mano por el pelo -recogido con un lápiz harto de esbozar sonrisas-, y suspiré casi de la misma forma en la que lo hice cuando me ausenté de mí misma durante ese periodo abstemio de pensamientos.
                                               
                                                     De nuevo ella.

No sabría puntualizar si el regreso era evolutivo o regresivo, pero al fin y al cabo, ella.
Y ella -yo-, ahora con semblante serio ante un panel blanco de alegrías y amarguras, cenas y copas, besos y despedidas, naufrago por falta de un espíritu descontaminado, por la obligatoria neblina que aun recorre mis venas. Lo cierto es que nunca fui buena olvidando lo que algun día amé recordar. Así pues, que no produzca sorpresa alguna encontrarme perdida jugueteando con el borde acuoso de un vaso, entre la muchedumbre del día menos indicado para beber, porque será normal, quizá lamentablemente normal, que mis ojos ya no os ubiquen con la misma facilidad con la que lo solían hacer.
Silencio y...
Cerré los ojos deseando que todos los fantasmas no siguieran en la sala de espera, atentos a la puerta que se volvía a abrir.
Fue el reencontrarme con los caminos ya pisados, los cuerpos ya usados, la saliva seca y los rostros dormidos, lo que causó el incendio que ardía en el culo de los vasos de todos los bares donde te recordé. Reapareces. Con la sonrisa que a todos nos venció en momentos en los que creíamos llegar a ser imbatibles.

Abro los ojos inquieta, lentamente paseo mi mano palpándome el pelo, pero no está. Ese objeto que me ayuda a conservarte en hojas secas y ajadas no está.
En lugar de buscarlo, reaparece -como tú en el incendio- apoyado en la barra, cansado quizás, algo mojado de licor y tristeza, compartiendo añoranza conmigo y con el vaso de whisky que no quiere soltarme, que desea besarme, tal vez, es posible, de la misma manera en la que me aseguraste que recordaría siempre.














lunes, 11 de marzo de 2013

El que matiza tu boca.

Al diablo con consejos de sabios, con luces y agrabios. Silencios de cordero para este par de cautelosos labios.




domingo, 10 de febrero de 2013

Si aun no puedo querer.

Si fuera la nostalgia rebosante de las sonrisas que se pierden entre matojos de tiempo, con sombras del pasado, con rayos prófugos del presente, me rendiría aquí, postrado ante tus piernas de atardecer color carne, jazmines de tu sabor y me fundiría en tu existencia firme. Si fuera el rubor chiquillo de las manzanas al saber de su final ante uno de esos mordiscos llenos de pasión y labios hechos para dormir sobre ellos, me enternecería de tal forma que de los sitios más recónditos de mi ser, saldría para darte los buenos días. Ni la lluvia incesante y lasciva me entorpecería las ganas de aspirar tu lengua en formato poema, cuento o novela, y es que soy adicto a tu lectura, de tal manera, que colecciono los ejemplares que quedaron grabados en mi almohada, regalo para las horas de insomnio. Ambos sabíamos de la existencia de un hilo que nos tejía poco a poco un futuro unido, trasquilones grandes, fuertes e intensos de una lana que nos rodeaba como bufanda en invierno. Cazábamos pinturas a través de tus cejas, y si se levantaban te sorprendías de lo simple que podían ser las cosas, si permanecían firmes, uniformes, me colocaba con sólo observarte y me drogaba como un yonki con tu forma de ver el mundo, de los ojos con los que hablas, de los labios con los que curas, de las manos que me paralizan. Eres tú,
Tu forma de quitarme la vida sin hacerme daño. De conseguir - sin pretenderlo - que escriba lo que escribo cuando no estás apoyando tu cabeza en mis piernas. Eres la parcela de minas que nunca conseguiré acabar explotando. Eres la luz. El olor. La compostura. El aliento.
Eres tú.



miércoles, 30 de enero de 2013

La fiel historia del beso

Elena, que con su pelo bailaba entre los clientes del bar, disfrutaba de las horas como hoja de otoño sobrevolando las aceras, tropezándose con zapatos. Elena, la que no sabe estar seria ni cuando realmente quiere estarlo, ella que no se espera nada de nadie, porque nadie supo hacerle esperar algo. La que a la una de la madrugada agita su blusa blanca, medio transparente, medio se te ve la carne, Elena. Su melena castaña que juega a golpearse con la boca, que aun sigue sonriendo mientras canta una canción de Sabina y " La guerra que se acerca estallará mañana lunes por la tarde y tú en el cine sin saber quién es el malo, mientras que la ciudad se llena de árboles que arden y el cielo aprende a envejecer. Y sal de ahí a defender el pan y la alegría. Y sal de ahí para que sepan que esta boca es mía".

Elena, que te miran mientras se secan los vasos.



Y  ponme una, camarero, que hoy celebro saberme todas las canciones de este lugar. Y tómatela conmigo, celébrame tú también. 
Elena que se sorprende de estar flotando, que cierra los ojos y consigue estar atenta. Luca, que se abre paso en este relato y me guiña un ojo, agradecido. Ella baila entre rincones sin gente, él le baila el agua con la mirada. Esos tobillos. Ay Elena...
Que se cierra el bar. Que te espero fuera, Luca. Que te quiero, Elena. Y como dos niños, que se pierden en un sueño de madrugada, recién amantes, almas recién graduadas, se cogen de la mano y se comienzan a mirar.
¿Qué hará ella ahí, deseosa de eso que tanto ve en la vida? ¿Qué esperas, Luca, tú que no crees en los tobillos dulces?
Sin respuestas, a dos respiraciones entrecortadas, Elena besa. Él se funde. 
Se conectan durante un tiempo moldeable. Se aprietan para que el mundo no les separe. 

Pero el mundo lo consigue pacíficamente.

Unas noches más tarde, Elena, que tienes la misma sonrisa de hace días, bailas con la luna llena, porque se acaban los días del mes y tú sigues en él. Pero entonces escuchas a lo lejos, a tu padre en los tiempos libres, Sabina te canta "Acuérdate de mi cuando me olvides. Que allí donde no estés, iré a buscarte, siguiendo el rastro que en el cielo escriben las nubes que no van a ninguna parte. Acuérdate de mi en tus plegarias y búscame con los ojos cerrados entre la muchedumbre solitaria. Yo tampoco te quiero demasiado." 

Será el destino, será el licor, será que se pierde de nuevo con su olor, pero esta noche ella vuelve contigo, corazón. 























jueves, 24 de enero de 2013

No sé la respuesta.



¿Qué es de esta vida sin las conquistas que nuestro corazón alberga en la puerta de alguna casa de acogidas? ¿qué es de esta vida sin los charcos matutinos que nos enfrían los pies mientras maldecimos al cielo? ¿qué es de esta vida sin las heridas que nos alcanzan como estrellas fugaces? ¿de esa boca improbable e inquieta? ¿sin las manos de una madre quitándonos las lágrimas del alma? ¿de la resistencia que tenemos bajo tierra cuando nos dicen que no han querido así a nadie? ¿de una piel petrificada por la ignorancia incesante que nos despierta cada día? 
¿Qué hay de las copas con los amigos? ¿de los jueves disfrazados de viernes? ¿de una noche entre unas sábanas que no son las tuyas? ¿de saltarse las reglas que miden tu risa? ¿de la cereza que se nos escapa de la boca? ¿del segundo en el que os conocisteis? ¿de la paciencia que tuviste que tener para olvidarle? ¿qué hay de malo en todo lo bueno? ¿qué hay de mis textos y tu marca páginas?
¿Cómo hemos llegado a este punto sin haberlo esbozado primero? ¿cómo saber si es la manta perfecta para calentarnos juntos? ¿cómo añoras algo que tienes al lado? ¿cómo abrir los ojos para decir adiós? ¿cómo calmar la sed que provocan unos labios en navidad? ¿Cómo saltar en la cama de tus padres sin que lo sepan? ¿cómo hacerse mayor en esta infancia mundial? ¿cómo tomarnos en serio, cuando no somos más que especias en el aire?
¿Dónde poder disfrutaros después de unos cuantos susurros? ¿dónde perder el zapato de cristal? ¿dónde aguardar las llamadas de última hora? ¿la tenacidad de una vela para apagarse? ¿las legañas de una noche de insomnio? 

¿Qué es lo que he hecho contigo, corazón? que me faltas aquí, entre tanta vida sin respuesta. 



domingo, 13 de enero de 2013

Nulla è per sempre

Relamiendo los recuerdos, que me esposan a la cama - y con qué fuerza lo hacen.- sobrevuelo el cielo azul que nos resguardaba contemplativamente, de la suave tez de tu rostro frente al mio. De la extraña manera que tenía el viento de descifrar los nudos de tu pelo, que como bailarines de ballet, danzaban ligeros sobre mi alma.  Y me aferraba a tu respiración entrecortada, agresiva y sumisa cada vez que algo nos hacía exhalar las notas de esa tierna partitura que ambos conservábamos cada día entre paños de oro, porque era nuestra canción de cuna con la que mecer los minutos de una mañana que se convertiría en noche en tan solo dos suspiros. 
Cuando caía el Sol por el recoveco de tu cuello, exponiendo los últimos rayos sobre la infancia de tus ojos, - entonces, y sólo entonces - absorbía todo tu anhelo. Abordaba cada beso húmedo como si fuera la medicación que todo médico receta.  Me hacías heroína del mundo.
 

Me despierto retorciéndome entre sollozos y siento oír:

 No quise retenerla, ¿de qué hubiera servido
deshacer las maletas del olvido?
Pero no sé qué diera por tenerla ahora mismo 
mirando por encima de mi hombro lo que escribo. 
Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa, 
a cambio de sus besos y su prisa; 
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno.

Antes que la carcoma de la vida cotidiana
acabara durmiendo en nuestra cama,
pagana y arbitraria como un lunes sin clase
se fue de madrugada, no quiso ser de nadie.


La canción de Sabina se vuelve eco y como cada mañana, se disuelve con la sal de una lágrima que endulza tu recuerdo.








sábado, 5 de enero de 2013

After Afterall.

Estas
mañanas
sin aliento, 
que obligan 
a respirarnos
una y otra vez,
son las culpables
de las largas horas
que tú y yo solíamos 
tener observando el Sol
que nos enfriaba después 
de habernos querido un poco.

En estas tardes con risas amplificadas
desde la cocina de alguna casa,
donde nos dibujamos vidas
sin delantales y manchas,
nos miran con celos
los tenedores,
locos por
pinchar
me/
te.
.
.
.
.
.
es que,
a veces se
escurren las 
lágrimas de los
ojos cuando pienso
que es más fácil decir
las cosas con la mirada
que con las palabras
que me robas a
 besos.