jueves, 10 de septiembre de 2015

Cafeína.

No era ni tan oscuro ni tan claro
el día en que crucé la puerta.
Tan sólo recuerdo un color brillante
observando desde el otro lado,
con sabor (me lo decían sus labios)
a café. 

Palpé una historia, y así, 
desde el principio de todo
la quise como mía.
Ese perfume sería, 
como es, ahora que lo sé, 
mi nuevo segundo hogar. 

Quizá debí haber preguntado
si habría sitio desde entonces
para dos cortas piernas y
una boca tan pequeña como un dedal. 
Quizá hubiera dicho que no, 
dándome una despedida con la puerta.

Pero no lo hizo, 
yo tampoco me fui
y poco a poco sentí la vida
más mía, más tierna,
expectante y eufórica
con cada grano de café de la máquina.

Dos horas eran múltiplo de nada
cada vez que oía el cuento de
esas cuatro paredes (sin contar el baño).
Consiguió encandilarme el bolsillo
de aquella camisa, 
siempre la misma, siempre tan única

Quisiera que supiera
que desde entonces a ahora,
nada siguió ni tan sencillo,
ni tan complicado.
NI TAN OSCURO,
NI TAN CLARO.