miércoles, 22 de enero de 2014

Con qué pie visten los hombres.

Basándome única y exclusivamente desde el más extenso y sufrido entendimiento sobre un hombre, hasta las reacciones que causan sus maneras de ser, en nosotras. 

Los hombres (salvo breves excepciones, incluso alguna pecando de una homosexualidad aún no desvelada) son bastante sencillos. No es como quien compra un mueble de Ikea y se rompe los cuernos para cuadrar el tornillo número 34 en un agujero inexistente. Ellos son composiciones de tan solo dos piezas: ESTO Y ESTO. Fin. No le deis más vueltas. No les agitéis bocabajo para conseguir que caiga al suelo algún tornillo suelto, porque no caerá, recordad, "ESTO Y ESTO. Fin." 
Normalmente para ellos decir un "no" siempre será un "no", y no querrá decir un "sí, tal vez, a lo mejor, jiji, ay boba". Es un NO. Al igual que un "sí" siempre será un "si". He aquí las diferencias.

Nosotras. 

Él: Eh, pillé dos pizzas familiares de quince variedades de queso. Una para cada uno. 
Tú: No, no, no, qué dices, estás loco. Engorda muchísimo. (Pensamiento: EN CUANTO LLEGUE EL REPARTIDOR TE MATO CON LAS TIJERAS Y ME COMO LAS DOS PIZZAS) 

Ellos.

Tú: Esta noche he pedido dos pizzas familiares. Yo no llegaré a comerme ni la mitad de la mía, así que para ti. 
Él: ok. (Pensamiento: OK)




Fácil, rápido y sencillo. 

No somos iguales, por mucho que queramos pensarlo. No somos iguales en ningún comportamiento. Lo que nosotras podamos contarles intentando tener en cuenta el sentimiento y la receptividad de la otra persona, a ellos no les ocupa ni tres segundos en profundizar y te dicen lo que realmente piensan. No es que seamos menos honestas, es que ellos son más rápidos (y toscos, chapados al rudo albañil de pueblo con palillo en la boca) y sus respuestas nunca están mal porque siempre irán a la clave del asunto, incluso con gesto de "¿qué ocurre?" te observan con incredulidad por tu grado de poca asimilación positiva a sus respuestas. Recordad, "ESTO Y ESTO. Fin." Es necesario aceptarlo para no llegar, con edad temprana, a asquearse de este tipo de mentalidad poco misteriosa y cero merodeadora. 
Ésto es causa de la muerte cerebral de algunas de nosotras, que buscamos aquel que consiga vocalizar un "NO" y en los ojos tenga un "Por supuesto, nena." De esos, muy albañiles en los momentos que requieren serlo y muy labio inferior mordido y no te digo lo que estoy pensando porque así te mantengo intrigada. 
El cóctel molotof. Para vosotros el "no tan sencillo pero cien por ciento efectivo." 
Porque no podéis negármelo, chicas, por propia experiencia e historietas a mi alrededor, hoy en día las mujeres toman otro tipo de dirección y cansadas del tosco de pueblo, exigen oír hablar de "aquel chaval que conocimos el sábado, sí, hombre, el que era tan interesante." Ni era guapo, ni quizá el pincel de pasarela que querríamos algún día correteando por nuestro cuello, pero sí (y es un SÍ de los rotundos. De los toscos. Honestos y rápidos.) tenía aquella lengua viperina que nos dejó con la miel, la colmena y el apicultor en la comisura de los labios. 





En realidad es fácil, muy fácil que nos lleguéis hasta la córnea en cuanto decís más de dos párrafos interesantes. Claro, para ello, has debido catar muchos caracteres de mujer y saber de qué pasta estamos hechas y por qué poro se nos ve el plumero. Como habréis observado en ningún momento he hablado de los que realmente son así, los medio-toscos de pueblo con EL PUNTO. Por propio conocimiento, nunca tuve el enorme placer de toparme con uno de los auténticos. Algunos casi dan tal pego que crees haberte enamorado y luego, al cabo de un tiempo y sin esperarlo, abren esa magnífica boca que sólo sabía derretirte y te sueltan una variable a la de la pizza. En ese momento levantas cualquiera de tus manos, ambas incluso, y la estalla contra tu cara, apretando y apretando para que milagrosamente, despiertes. 
Bueno, yo no desperté. Era la pura realidad y aun así aquí seguimos, conformándonos con las CASI octavas maravillas del mundo, las copias de aparente buena calidad. 



Pero claro, muchas veces pedimos peras al olmo, o diamantes a los cerdos. Tenemos lo que damos, es así de real. Ni ellos son auténticas piezas, ni nosotras somos el cuerpo presente de la perfección de una mujer según sus criterios. La que diga que si cuando quiere decir que si, que no piense más de la cuenta, que no derrame lágrimas si no es por cosquillas o la que, mientras duermes con la boca abierta, ellos observan lo mordibles que son nuestros labios. 
Es cierto, y cada vez más, que optamos por la postura "estoy harta y te voy a tratar como lo que piso en la calle, sí (con ese "sí" tosco y rápido), como a una baldosa". Quizá nuestro tope esté rozando el borde del vaso o directamente del catamarán con el que navegamos. Pero me alegro, muy satisfactoriamente además. 

Estamos redireccionando nuestras máscaras. Ni vosotros sois tan palillo en boca, ni nosotras tan "no" queriendo decir "sí". 

Si ya lo decía Sabina: 
"Más de cien pupilas 
donde vernos vivos, 
más de cien mentiras
que valen la pena".






martes, 7 de enero de 2014

Abierto hasta/ a partir de.

Me acostumbré. 

Al filo de bocas de un solo uso, enlatadas o al vacío.
Digamos que no encontré tragedia alguna en esas miradas furtivas entre farolas y lunas con dos días de duración. 
Que vuelvo a aprender lo que ya aprendí, cuando las medias decidían hacer carreras ilegales entre mis tobillos bajo el juego de sus (tus) sábanas. 
Es probable que lo fácil se me vuelva tirado y lo tirado algo en lo que apoyarme. Porque siempre me gustó ser así, despreocupada a la hora de mantener(te) una mirada cálida. Y supongo que por eso estoy aquí, pateando cada rincón de esta ciudad que siento tan pequeña y usada, para reencontrar lo que ya existió a mi lado y que tanto costó encontrar(te). Tan cierto como que aun conservo (tus) sonrisas en tarros de cristal donde la luz insiste en violar la oscuridad de (antes tuyos) mis ojos.
Al menos que algunas cosas (te) gusten, que (me) recuerde(s) o atisbe lo que se vivió detrás de estas puertas de acero que hoy (te) pongo por delante. 
No es justo empezar los eneros con humo, estalagtitas y chaparrones en la cabeza. Al menos eso me silbaba el aire, colándose por la ventana de esta boca, hasta ayer, cuando la cerré y decidí dar(te) esquinazo. Dejando(te) fuera de estas navidades, de este pelo enmarañado y estas pestañas con ganas de crecer a lo que pudo ser una felicidad caótica y sumisa. Al menos eso me aconsejó mi torpe sonrisa una vez que borré la última fotografía que te sustentaba en este hilo. 
Al menos lo estoy intentando.
Como cada recuerdo, cada gruñido, cada beso.

Me acostumbraré.