martes, 7 de enero de 2014

Abierto hasta/ a partir de.

Me acostumbré. 

Al filo de bocas de un solo uso, enlatadas o al vacío.
Digamos que no encontré tragedia alguna en esas miradas furtivas entre farolas y lunas con dos días de duración. 
Que vuelvo a aprender lo que ya aprendí, cuando las medias decidían hacer carreras ilegales entre mis tobillos bajo el juego de sus (tus) sábanas. 
Es probable que lo fácil se me vuelva tirado y lo tirado algo en lo que apoyarme. Porque siempre me gustó ser así, despreocupada a la hora de mantener(te) una mirada cálida. Y supongo que por eso estoy aquí, pateando cada rincón de esta ciudad que siento tan pequeña y usada, para reencontrar lo que ya existió a mi lado y que tanto costó encontrar(te). Tan cierto como que aun conservo (tus) sonrisas en tarros de cristal donde la luz insiste en violar la oscuridad de (antes tuyos) mis ojos.
Al menos que algunas cosas (te) gusten, que (me) recuerde(s) o atisbe lo que se vivió detrás de estas puertas de acero que hoy (te) pongo por delante. 
No es justo empezar los eneros con humo, estalagtitas y chaparrones en la cabeza. Al menos eso me silbaba el aire, colándose por la ventana de esta boca, hasta ayer, cuando la cerré y decidí dar(te) esquinazo. Dejando(te) fuera de estas navidades, de este pelo enmarañado y estas pestañas con ganas de crecer a lo que pudo ser una felicidad caótica y sumisa. Al menos eso me aconsejó mi torpe sonrisa una vez que borré la última fotografía que te sustentaba en este hilo. 
Al menos lo estoy intentando.
Como cada recuerdo, cada gruñido, cada beso.

Me acostumbraré.  




No hay comentarios:

Publicar un comentario