Estas
mañanas
sin aliento,
que obligan
a respirarnos
una y otra vez,
son las culpables
de las largas horas
que tú y yo solíamos
tener observando el Sol
que nos enfriaba después
de habernos querido un poco.
En estas tardes con risas amplificadas
desde la cocina de alguna casa,
donde nos dibujamos vidas
sin delantales y manchas,
nos miran con celos
los tenedores,
locos por
pinchar
me/
te.
.
.
.
.
.
Y
es que,
a veces se
escurren las
lágrimas de los
ojos cuando pienso
que es más fácil decir
las cosas con la mirada
que con las palabras
que me robas a
besos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario