martes, 4 de septiembre de 2012

Copas bastante rotas

Hoy un buen amigo dijo, conversando de la vida, que él morirá por una coincidencia. Por un capricho del destino. Una casualidad tímidamente causada.
Es cierto, yo también lo creo.
La vida está repleta de cosas escritas. De silencios creados. De encontronazos forzados. De uniones recetadas por algún dios.
Os pongo el ejemplo con una película. Big Fish. El protagonista camina por la vida sin nada a qué aferrarse, pero entonces aparece ella. Una milésima de segundo. Una mirada a distancia. Y paf, algo dentro de él se acciona, empieza a funcionar el mecanismo de la lógica. "¿Por qué la he visto? ¿Por qué lo sé? Es ella. Ella es por lo que hoy tenía que estar aquí."

http://www.youtube.com/watch?v=rut54zrJojU

El destino y las coincidencias no son más que razones por las cuales nuestra moral aumenta eufóricamente para llevar a otro nivel algo que probablemente no tenías en cuenta antes. Siempre hay algo que te saca de la monotonía, de algunos sinsabores de la vida.
Es tan reconfortante creer en estas cosas, y que luego se demuestren... Hacerte creer que vives en un mundo que no comprendes y en el fondo saber que no se te escapa ni una. Que si hoy no me cruzo contigo, no me preocupo, sé que lo haré otro día. Que si hoy no lloro lo que debería llorar, sé que algo me recordará lo sucedido y por sorpresa, llore ríos. Que ayer piense en alguien, y a las tres horas esa persona se interese por mi existencia. Que me emborrache pensando que no se me subiría (ésta es a parte, porque es una realidad, no el destino, pero por aquello del comiqueo y del jujú jajá..) y acabar tirado en una esquina PERO con la persona que menos imaginabas que acabarías. Las buenas compañías conocidas al azar, que duran toda la vida.

Los milagrillos de la vida. Las oportunidades nacidas del vientre de una casualidad.










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