lunes, 10 de septiembre de 2012

Salado

Salir de ese antro.
Recorrernos pausadamente.
Oliendo la sal de un mar que hoy no probará la dulzura de tu cuerpo.
 Salta, que viene una ola.
Corre, espanta a las gaviotas.
Besa mi recuerdo, mi vestido claro, con detalles que hacen salivar tu boca.
Piénsame un ratito.








Hasta que las horas muertas resuciten.
 Y olvídame cuando llegues a las rocas.
 Cuando el camino de la playa te haya maltratado en este amanecer frío, semejándolo al de mis manos en diciembre. Tenme en cuenta cuando salga el Sol, porque sabrás que estaré esperando ahí donde se esconden los arcoiris.
Si sientes impotencia, llórame. Llórame este mar que tienes delante. Sube la marea. Intenta no ahogarte. Estaré detrás de este fuego que te consume.
Sin hogueras que valgan, no hay quema alguna que me haga desaparecer.

Estaré aquí.

 Atenta a todo lo que debería desatender. Midiendo tus huellas sobre la arena. Oliendo el mismo aroma salado que tienes tan pegado al alma.

Estaré aquí.

Mientras sientas cansancio. Recuérdame. Susúrrale al aire que te sientes solo.

Y ahí estaré.

Tan constante.
Tan efímera.

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