miércoles, 5 de septiembre de 2012

LUNERA



Vosotros, cansados ya de las malas pasadas y de las jugadas perdidas que te regala la vida, vosotros, que decís estar desengañados en el rincón del sentimiento, obligados a aislaros para, cada vez, tener un mayor escudo, os digo a vosotros, y de paso a mí, que no somos más que la sombra de lo que deberíamos ser.
Cerrar unas puertas de esa manera, despreciando el aire nuevo que puede entrar por ellas, esquivando el viento que os podría refrescar las mejillas, revolver el pelo, quedarse a vivir allí, crear su propio cielo. Vomitando recuerdos no llegaremos a nada. Perderemos combates antes de haberlos luchado. Moriremos de sed aunque tengamos el vaso de agua a un solo palmo. 
Y os quedáis tan tranquilos. Tan mortales. Tan cristal. Tan sumisos.
Y vivís así. Con esas ganas de nada. Con la esperanza de un desesperanzado. 
Os atrevéis a llorar. A escuchar el repiqueteo de la lluvia en vuestra cabeza, añorando lo que podríais tener. Soñando con los ojos despejados. Sonriendo a una vida con él. A un paseo con ella.

No os llego a comprender. No me comprendo. 
Deberíamos abrazar los momentos que nos regalan las agujas de la Luna. La media alegría que nos envía desde allí arriba. Deberíamos mirarnos en el reflejo, levantar la cabeza, de una vez creernos que merecemos diferentes versiones de las que ya tenemos y no nos llenan por dentro. Que no nos hinchan. Que no nos completan tanto como despertarte cada mañana, cada santísima mañana, y pensar que hoy, puedes tener la opción de despertar en ti lo que ya creías perdido.



Y ahora os animo. Me animo. Me digo. Me, mi, confío. 

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