viernes, 14 de septiembre de 2012

Más vale pájaro en mano, que a tí revoloteando cerca.

Me lo has vuelto a hacer. 
Te colaste mientras mis párpados se resistían a tu pelo. Me ataste de pies y manos. Y tu figura bailaba rápidamente por todos los pasillos de mi mente. Te quedaste en el cuarto de invitados. Deshiciste la cama. Fuiste cogiendo forma. Yo grité. Pero no fue suficiente. 
Me robaste la noche y dejaste escapar todas las estrellas fugaces que guardaba en el baúl. Lo has vuelto a hacer. Tengo una cadena perpetua con tu olor. Ambos lo sabemos. Lo utilizas. Decidiste, en uno de tus impulsos, llenarme de nostalgia. Una nostalgia que tardé en perder y que de nuevo has encontrado en lo más profundo de mi. Te odio. Tanto te odio que llego a recaer en el te quiero. En mi forma de mirarte palpitante como gata que espera su pescado. 
Tanto, tanto, tanto, que lo notas. Y te gusta. Disfrutas. Me anhelas. Y me hundo en la almohada. 

Sales del cuarto de invitados y danzas hasta la sala de los momentos pasados. Como chiquillo en un castillo hinchable. Lo pasas bien. Me nombras una y otra vez. Y otra. Y otra. Y otra. Siento que me agotas, mis piernas flaquean, tiemblan ante tu imagen renovada. Te respiro fuerte antes de perderme. Aún te queda cuerda. Lo has vuelto a hacer. Te odio. Me engaño.

Otra noche más. Me arropo y sigues ahí. Como viento cargado de arena. Dame tregua, un respiro. Por favor. Sal de aquí. Recoge tu ropa, tu forma de caminar. Recoge tu boquita, tu beso en mi frente. Tu ternura al abrazarme. Vete de esta huérfana de caricias por parte de tardes, y parones de tiempo por parte de padre. Lejos. Allí donde estabas sumiso. Nunca hemos estado del todo de acuerdo, pero esta vez necesito de tu parte. Y doy una vuelta sobre mí misma. Me encojo. De nuevo la sensación de tenerte y saber cómo perderte. Nadie me puso al tanto. No me diste pistas. Apareces sin más, pellizcándome cada vez más tiernamente. Sonríes, con tu sonrisa número infinito. Esa que me congeló la vida en muchos momentos. Y te quedas tan duro. Tan marmol. Mirándome.
Y así me despierto. Con tu imagen tatuada en mis sábanas. Con tu olor escapándose por mi ventana. Has vuelto.

Me dueles. Te siento. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario